Análisis realizado por: Rogelio Núñez (Infolatam)
Lula, pragmático y con los pies en la tierra, ha dicho en alto lo que muchos piensan: antes de soñar con un Banco del Sur o la OPEP del gas hay que saber bien lo que se persigue... ha paralizado los dos grandes proyectos del venezolano que sólo puede presumir de haber conseguido cambiar el nombre a la Comunidad Sudamericana de Naciones, por el de Unasur.
Si hay algún ganador de la I Cumbre Energética Sudamericana ése es Luiz Inácio Lula da Silva: el Presidente brasileño ha logrado parar la avalancha de ideas y proyectos de Hugo Chávez y ha sido una voz de cordura y responsabilidad en medio de las proclamas altisonantes del líder bolivariano.
Lula, pragmático y con los pies en la tierra, ha dicho en alto lo que muchos piensan: antes de soñar con un Banco del Sur o la OPEP del gas hay que saber bien lo que se persigue, lo que se desea conseguir y el fin para el cuál se deben construir este tipo de organismos. De esa forma, ha paralizado los dos grandes proyectos del venezolano que sólo puede presumir de haber conseguido cambiar el nombre a la Comunidad Sudamericana de Naciones, por el de Unasur.
Las palabras de Lula lo explican muy bien: sobre el Banco del Sur "primero tenemos que debatir sobre qué es esa nueva institución. Eso es si tiene la finalidad de una especie de FMI regional, si pretende ser algo así como un Banco Mundial del área o, por ejemplo, se acerca al perfil del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil. Mientras no lleguemos a un acuerdo en este punto, todo lo demás no puede avanzar". Sobre la OPEP del gas "ese organismo equivale a cartelizar a los productores de gas. No lo aceptamos".
Ante esta oposición de Lula, Chávez tuvo que conformarse con la creación futura de un Consejo Energético Sudamericano y aceptó que el Gaseoducto del Sur, el Banco del Sur y la Organización de Países Productores y Exportadores de Gas (Oppegasur) "no eran tema" de la Cumbre y que deban ser reexaminados. Incluso Chávez tuvo que aceptar que la Cumbre reconociera al etanol de caña como una alternativa energética viable.
Desde que asumió su segundo mandato Lula está dando una lección de cómo se conducen las relaciones exteriores y cuál es el camino para convertirse en el líder regional. De hecho, EE.UU. ya reconoce a Brasil como tal, como demuestran las dos reuniones entre Bush y Lula en marzo que se han traducido en la alianza de estos dos países en torno al etanol. Lula es fiel heredero del estilo brasileño forjado por la cancillería de Itamaraty durante décadas: es capaz de acercarse a Estados Unidos sin caer en los extremos de las "relaciones carnales" de Argentina en los años 90, ni de tener la tentación al fácil del antiimperialismo sesentayochista de Chávez e incluso de Néstor Kirchner.
Lula ha asumido sin complejos el liderazgo latinoamericano. Con sus costes, como cuando para salvar el Mercosur, vital para su proyecto de liderazgo internacional, Lula supo asumir sacrificios ante Tabaré Vázquez para conseguir que Uruguay no se fuera del Mercado Común del Sur, aceptando muchos de los viejos reclamos uruguayos. Además, cuando viajó a Washington en marzo, Lula habló en nombre de los países andinos en favor de la aprobación del TLC, asumiendo plenamente su papel de líder y portavoz regional. Incluso, su proyecto más querido, el impulso del etanol, es de alcance regional pues involucra a los países centroamericanos y del Caribe.
Este tipo de acciones en el ámbito internacional demuestran que el pragmatismo y el acercamiento sutil es mucho más provechoso que las salidas de tono. En el futuro cercano habrá, con seguridad, nuevas pugnas entre Lula y Chávez pues sus proyectos y visiones del mundo difieren diametralmente.
La semana que viene Lula viaja a Buenos Aires. Sin duda, Itamaraty dará una nueva lección al siempre veleta Palacio de San Martín.
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